REFLEXIONES DE CAPERUCITA ROJA


Desde que salí de la casa estaba destinada al fracaso.

De antemano mi madre me había sembrado una terrible inseguridad.

Me sentía débil y vulnerable y desconfiaba de todos.

No tenía la capacidad de decidir por mí misma qué camino tomar, ni con quién relacionarme.

Todas estas falencias eran producto de lo poco que la sociedad me había dado, en mi pobre condición de mujer. Era como una muñeca de trapo, muy bien hecha y adornada, de hecho, con la caperuza roja me veía perfectamente como el adorno útil y bello destinado a ser.

La vida de cuerpo entero no era cosa de niñas, de mujeres. Nosotras debíamos seguir siempre por el camino diseñado por otros, en un limbo de ignorancia que facilitara nuestra misión de obedecer, cumplir, parecer, pero jamás arriesgarnos a nada, nunca a opinar o a proponer: “Cuidado con desviarte del camino” “no hables con extraños”, eran las consignas que llevaba en mi equipaje como lápidas infames que aseguraban al mundo mi inutilidad e insignificancia.

Así salí de la casa esa mañana, como una minusválida para distinguir entre el bien y el mal; una especie de idiota o de incapacitada mental. No debía arriesgarme a interactuar con nadie porque tenía que desconfiar de mí misma, de mi capacidad de defenderme o de autoprotegerme.

Sí, qué pocas capacidades tenía para enfrentarme al mundo y por ende, nulas eran las posibilidades de que en el cuento terminara siendo yo la heroína y no la víctima.

Efectivamente así sucedió. El lobo me engañó.

Cómo no iba a hacerlo, si mi madre nunca me había hablado de los engaños que pueblan la tierra. Hablar de la maldad del mundo no era cosa de mujeres, no nos incumbía o podíamos contagiarnos de ella, nosotras, los seres puros destinados a la virginidad, a la virtud. Mi progenitora solamente me había dado órdenes que cumplir, nada de discernimiento, ni de capacidad de análisis, no tenía habilidades para la argumentación, apenas pasaba del “sí, señora” o del “no, señora”.

Luego, qué poca esperanza me quedaba para el resto de la vida:

El lobo también engañó a mi abuela.

Esa anciana era una mujer que ya había transcurrido por toda una vida, y no obstante, seguía siendo un pobre ser vulnerable y de poca inteligencia. Fue presa fácil del lobo y sin mencionar que el lobo era un pobre animal. Una criatura que estaba más abajo en la escala de inteligencia que los humanos y aún así, superó con una astucia elemental a esa pobre y bruta criatura llamada “mujer”.

Al final del cuento, y como era de esperarse, apareció el hombre, el héroe de la tierra, el cazador, el salvador. Qué hubiera sido de nosotras sin este titán, sin este dios que libraba a la tierra del mal, de los peligros y del cual debíamos depender si queríamos vivir seguras y a salvo. Qué claro quedó en este cuento que necesitábamos al macho para que fuera todo aquello que nosotras no podíamos ser y para que actuara y obtuviera los logros y las victorias que nosotras nunca podríamos lograr.

Hoy, cuando mando a mi hija a la casa de la abuela, ella lleva además del canasto con panecillos, una escopeta que sabe disparar con más destreza que el mejor de los cazadores. También lleva un mapa que ambas hemos estudiado a fondo, con todos los caminos disponibles para llegar a la casa de la abuelita. También le he enseñado a identificar a un lobo y es más, conoce a fondo completamente a todos los especímenes de la fauna, con sus defectos y virtudes. Mi hija no tiene instrucciones de no hablar con desconocidos porque ella sabe muy bien defenderse de todas las formas posibles y qué acciones tomar en los casos de peligro.

Cuando se despide, la veo alejarse a paso firme, contenta y sin temores.

Y...¡ah!...nunca se pone esa estúpida caperuza roja, a ella le gusta portar una chaqueta de cuero fino, con cuello de piel de zorra.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
jajajajajajaaja muy bacano tu cuento una nueva version de caperisita. me encanto
besos
Óscar ha dicho que…
Aunque no comulgo con el ideario feminista, debo admitir que he disfrutado enormemente de tu alegórica reescritura del cuento de Caperucita, sobre todo en su parte final, tan desafiante y vindicativa, y con un gran sentido del humor.

Un excelente trabajo, Clara. Un abrazo.
emilio ha dicho que…
Está lleno de lobos el camino... muy bueno tu relato, y es que en todas partes hay que tener cuidado hoy en día.
Para no perderse, lo dicho un buen plano y para que no te ataquen, una buena escopeta... jajajja, pero ojito. Que también las hay muy lobas.

Un abrazo.
José Antonio Fernández ha dicho que…
¡¡Qué podemos esperar de un cuento escrito por un hombre!!.
Aunque ahora hay mujeres que son como lobas, como cambian los tiempos, para bien, siempre para bien.
Un abrazo.
Fausto ha dicho que…
Clara, me parece muy original la idea con que has pintado el cuento de la nueva caperucita, sobre todo porque lo enfocas a ciertas realidades culturales muy impactantes. Aquí donde vivo es un día a día muy marcado.
Saludos.
Marisol ha dicho que…
Pero qué imaginación la tuya, Clara, no tienes límites.
Nunca había visto este cuento con tal Claridad, hemos heredado un pasado machista, cierto, y muchas cosas se tratan de esa manera, con una naturalidad que nos ciega a su trasfondo.
El final con ese vuelco que le das, tan provocador, me ha arrancado varias sonrisas.
Un abrazo.
La abuela frescotona ha dicho que…
Me encanta ese final, que no dejo de leer, esa madre, como buena leona, enseño a su cachorra a no ser sorprendida, en la selva de neon.
El sometimiento ancestral de la mujer, en muchas familias, aun sigue, es muy cruel, para el ser humano destratar de esta manera, su parte mas sensible y bella, nosotras las mujeres.
Un abrazo estimada Clara.
Silvia ha dicho que…
Clara, me encanta la reflexión que nos compartes. Disfruto mucho leerte. Un fuerte abrazo,
Silvia
Errata y errata ha dicho que…
Interesante tu cuento de caperucita. Es importante enseñarle a nuestras hijas a ir por el bosque con los ojos abiertos y cargadas. Y a nuestros hijos a respetarlas.
Inés María Díaz ha dicho que…
Me ha encantado tu versión de caperucita; es la educación que recibíamos antes, el miedo a lo desconocido en vez de abrirnos los ojos y enseñarnos dónde estaba el peligro, eres genial, tienes mucha imaginación. Muchos besos, Inés
Daniel ha dicho que…
Espero leer una nueva versión de Blancanieves y los 7 enanos ¿Habrán sido 7 machistas?

Excelente como siempre mi estimada amiga.
Mi abrazo

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