METAMORFOSIS

Cambié varias veces de sexo.

Nací mujer y algo de miedo había en ello,

algo contra lo cual era muy difícil luchar.

El amanecer exhibía un sol extraño,

su luz era pálida, de poco calor,

me enfermaba mucho, 

la locura asediaba,

no había llanto, pero mi mente bullía.


Luego me convertí en hombre. 

Coleccionaba llaves, silencios largos,

al atardecer revisaba el filo de mis cuchillos,

me sentaba en la cama mirando al suelo,

mis rezos callaban la duda de Dios, 

callaban lo dudoso de mí. 


Volví a ser mujer, a capturar espíritus.

En mi piel la cadencia de una serpiente,

un insecto viejo dormido en mis senos,

elipses en la cintura, espirales en el sexo. 

Volví a ser mujer con mis trapos húmedos. 

Giraba  en un punto estático del Universo,

la realidad, allá encogida tras los cristales.


Regresé a la hombría, a mis zapatos de cuero.

Acomodé rocas, unas sobre otras, 

                   -en perfecto equilibrio- 

cargué un águila cansada en mi espalda,

me tallaba el yeso que moldeaba mis pies,

mi desnudez ante espejos que crujían.

 

Al final de la vida -ni mujer ni hombre.

Mi búsqueda desembocó en tristeza,

los años pasaron en vano, unos sobre otros,

no pude abandonar mi estado de crisálida. 


Insólito vaivén, gestación sin fin,

sin lograr asistir a mi propio nacimiento, 

sin comprender en quién me convertía.

Solo sé que fui parte de alguien del futuro,

estaré en una imperceptible señal de su ADN,

una cuerda leve me atará a su fuerza, 

en su mirada nueva, esquirlas de esta tarde. 
















(De Joan Miró)

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