CUBA

 No sé qué me traigo Cuba.


Detrás de las puertas cerradas,
ventanas a sangre y fuego,

una tierra incomprensible

con aliento a metal vivo.

 

Las mujeres,

sus mordiscos a muerte,
terror al estruendo de sus gritos,
a su ruido bello y venenoso.


Cuba: más que isla.


Un solo cuerpo flotando

por la serranía y el cielo,
un océano obedeciendo
y haciéndose obedecer.


Cuba.

Soñar un sueño

sobre otro sueño,
sobre otro sueño.
Un sueño que se prolonga
hacia su propia medida,

curando una cicatriz.

Los hombres forcejean y silban,
embuten luz en su mente,

                  teorizan,
también engañan e insultan.

En las noches,
tocan bongos en policromía
para acariciar la tierra
con tristezas y olor de naranja.

Por los bulevares

casas abatidas,
olvido que olvidó olvidarse.
Seres del más allá
sacándose los ojos

    unos a otros.

No sé qué me dejó esta tierra extrañamente sinfónica.

Piedras sobre más piedras,
como mujeres gigantes,

esparciendo besos de mar.

Historia que se adhiere a la muralla,
a un canto triunfal

en las alas de un pájaro.

Están naciendo,
Van naciendo.
Como el mar,
los rodea una idea

y sus herbario habitado.

¿Estarán acaso esperando?

Si.
Ya pasará un siglo.
Ya pasarán dos siglos

                y tres.
La travesía  
se amoldará a la dimensión del valle,
a la cosecha,

al olor del vino.

Toda flor sabe que su final es otra flor,
                                 en otra
                               y en otra.

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