LUZ Y SOMBRA
Amo el mundo cuando se muestra recién nacido
y se hace
masa de pan, madre o alquimista.
Cuelgo
árboles dulces en los domingos de mi padre.
Su Danubio
insistentemente azul.
Valses que
sujetan mi vida
mientras
cruzo pasadizos de rítmico misterio.
Hurgo en la cantera de las matanzas,
en la cruel
matemática de los hombres,
para luego enrollarme alrededor del pecho
la materia
cóncava de mis amores,
su
respiración fosforescente.
Aprendo con
todos los demás,
que la vida
es un tentáculo de sangre amoratada,
y aprendo también a olvidar en el hueco de unos labios,
en el
remedio natural de los orgasmos.
Busco la
luz.
En las
letras se consagra una obra teatral,
un
desafío estilizado.
La poesía y
su sonido estereofónico.
La poesía y
su buena costumbre de escapar.
Y al tiempo
la sombra,
agua de
carbón,
-la de los
platos sucios-,
aplaudiendo
esta tragicomedia de sordomudos
ante quienes
el incrédulo papel se carboniza.
Sin duda,
es necesario
dar esos tres pasos de gloria,
cruzar por
entre el hambre y la muerte.
Soñar;
así afuera
rían,
rían,
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