MIRADA
Y en su mirada había muchos árboles muertos,
gigantes,
sin hojas,
con grandes
goterones de agua helada
colgando de sus ramas.
Mirarlos
podía asumirse desgarrador,
pero
extrañamente no resultaba así.
Estaban ahí
resguardados
con cierta
amorosa paciencia,
con una
dignísima resignación.
Era fácil
acercarse a ellos
y admirar
las puntas del triste ramaje
clavadas en
ese cielo fracturado
en todos los
tonos del gris.
Indudablemente,
también
resultaba placentero
asumir la
lección que nos daba,
para aceptar
de esta misma forma a la vida,
Comentarios