HALLAZGO
Ayer entre
cosas momificadas,
encontré mi diario de la infancia.
Ahora sé quién iba a ser después,
ahora sé quién era en ese entonces.
Soy esa de
ahí y todas las demás,
unas sobre otras, mundo tras mundo,
casi
nadie.
Aprendí la tumultuosa tarea de la espera.
Seres
multiplicados con su lámina flotante
entraron desde esos días y salieron
por una misma puerta -puerta cerrada-.
Escribí en
ese diario hace cuarenta años
para emerger
hoy con mis flores profundas,
casi siempre definitivamente ciega y débil,
así
de tinta imprecisa,
de insistentes letras amantes,
rellenando con extravagancias los sumideros.
Ninguna letra en ese diario tuvo trascendencia,
fueron excavaciones de un futuro ya insinuado,
premoniciones de esta tarde de plasma y vidrio,
de un papel que estaba roto desde entonces.
No sé si es cierto que ha pasado en mí todo este tiempo.
No sé qué pretendía con tantas premoniciones,
con adivinar desde la primera palabra escrita
la leve inclinación de lo que sería inalcanzable.
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