365 días con sus noches

 Este continuo volver a empezar

una rueda que gira y se devuelve.


La noche cae, 

el día comienza, 


un día ante la oscuridad que lo engulle,


una noche atajada por ráfagas de luz.


Dos planos en simbiosis,

destructores de sí mismos.


No quiero negrura ni claridad, 

someterme a las leyes de un planeta.


No quiero estos ojos -estas únicas ventanas- 

ser esclava de un sistema de alumbrado. 


No quiero esta cárcel de claroscuros.


Sé qué hay más, 

otro plano más amable,


puedo ser una célula,

vivir en la infinitud de su simpleza.


Ser polvo cósmico por el que nadie indaga.


Puedo ser un grano de arroz

olvidado en un pantano.


Una gota de saliva,

su metrópoli de seres vivos.


Todo es demasiado oscuro aquí arriba,

todo es demasiado claro para verlo,


cada rotación me roba un fragmento

y no entiendo la razón del deterioro.


Quiero ser simple como la unidad,

sin norte ni sur, sin arriba ni abajo, 


simple como si fuera un Dios,

aquel que sin vivir, vive, 

aquel que sin estar, reina,


un Dios tan grande y poderoso

que se da el lujo de no ser. 


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