TESTAMENTO 3

 Se pierde mi nombre en la boca de los que se van.

A veces yo también lo olvido

o lo diluyo en el revés del agua.


Siento mi abrazo cruzado por fronteras,

esas que otros ponen contra el mundo.


Me percato con terror del odio y sus remilgos.


Es verdad: se necesita un dios

o al menos un antes y un después.
Un antes que sea largo y paciente,
un después que cure la memoria.


Es mi edad.


Hoy el horizonte es apenas una excusa,
disecada y sin creer más que en la verdad,
en mi verdad pequeña y maliciosa:

Sístoles y diástoles con sus tres golpes fantasmas.
Contratos más o menos favorables.


Esta poesía interminable y reticente.

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