OTOÑO

 El primer día de noviembre 

llega con su malicia tras la puerta, 

como inundación de aceites quemados. 

Nadie se atreverá a hacer preguntas. 

Nadie va a retirar los hilos de la indecencia que oscurecen la mañana.


El cielo es una lágrima larga,

desata cintas de lluvia

como metamorfosis del hielo. 


Miro mi lengua quebrada, 

lo que resta de mi cuerpo. 

Los hijos no nacidos se quejan 

desde la caverna del adiós.


Ante mí, el dolor de generaciones pasadas.

En la cesta de basura me atisba un corazón, 

conozco al hombre que se lo arrancó del pecho. 


Ahora soy noviembre, 

tengo pezuñas en los pies, 

uno de mis ojos ha quedado ciego, 

en el pecho un pozo de agua sangre. 


Noviembre ha llegado, 

acosa sin parar, 

me ensordece su catarata 

de palabras chamuscadas. 

Solamente el silencio es capaz de contenerlas. 

El silencio es más monstruoso que cualquier criatura, 

el gran hipócrita que hace alianzas con el tiempo. 

El silencio antecede al mal, 

nadie cae en cuenta de su mirada torcida. 


Noviembre es una selva 

no puedo encontrar la salida, 

en ella solo me conoce un árbol, 

pero no sé cuál es.


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