RETROVISOR
Lo que dejé atrás me cuelga en la garganta, hace sangrar lo que ingiero.
El abrazo que duele en mi cuerpo como un ser anónimo,
una mirada de estupor ante un rostro amado,
su veneno vertido de pronto sobre un camino santo.
Lo que dejé atrás son los silencios asesinos,
(en su ferocidad quise enterrar algo mío),
los barrotes que alcé, uno a diario, hasta terminar mi cárcel.
Ahí, la indiferencia que trituró a una amiga, a un hermano,
ahí, un gran amor que me pedía algo a gritos, algo que no quise escuchar.
Atrás quedaron las nostalgias que se sentaron siempre en el mismo sofá, con la misma persona.
Lejos está lo que debió quedar atrás porque era mucho, porque era poco o porque no era.
Como una úlcera, lo que se fue por cobardía, por egoísmo, por orgullo.
No vale nada lo que está atrás o ¿vale todo?,
hay confusión tras la densa nube de la historia.
Lo que ahora tengo, ¿basta para vivir un armisticio?,
basta para ser cómplice del vino, del ocaso,
de unos ojos que aceptan con paciencia mi locura,
de este tiempo que gotea como un pacto en desventaja,
lo que ahora tengo, ¿está hecho también de lo que falta?
Lo que dejé atrás son partes petrificadas de mi cuerpo,
un rosario de tumbas cada una con mi nombre.
Debo seguir a pesar de estar casi entera en el pasado,
debo seguir, porque no hay más, sino seguir hasta llegar,
llegar, no sé por qué ni para qué, pero llegar,
llegar para dejar atrás todos los destinos, todas las fortunas, todo lo posible.
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