ENTRE EL VASO Y EL AGUA
Para servir
un vaso con agua
se necesita primero andar el universo,
entender los huecos negros y sus diluvios,
mirar bien al interior de una mirada húmeda,
tocar el punto más temible de su tristeza,
descifrar la lágrima,
su alfabeto
astringente.
Para llenar
un vaso se requiere
comprender el agua desde su atarraya oscura,
saber nadar hasta ahogarse
y haber salvado a otros náufragos.
Se llena un
vaso con agua
y eso significa vislumbrar el cuasi- amor
de un átomo de oxígeno con dos de hidrógeno,
su
estrategia para invadir planetas,
preñarlos y enloquecerlos.
Servir un
vaso con agua
es también saber de barcos y marinos,
de los túneles donde se dan citas a ciegas
para cantar salmos de vino y madera.
Mucho llega
con el agua hacia su vaso.
Se necesita
más que nada
un guerrero regresando seco,
sin siquiera su cadáver.
es resumir todo el misterio
y para que nazca con su sacramento,
basta un deseo incontenible
y arriesgarse.
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