En el borde

 He estado enferma en estos días.


Siento un hueco en la mitad del ojo,

algo herido de naturaleza,

árboles que ya no serpentean,

ciudades poéticas en coma.


Al despertar, 

duermo en algo dormido,

un ápice de letra quiere consolarme,

pero ahora ya nada puedo hacer 

contra esta herida aguda en el tiempo.


He estado muy enferma en estos días,

con una dolencia aquí siempre presente,

un desconcierto útil para persistir.


Quisiera escribirlo 

o tal vez fabularlo,

pero sin nadie en la punta de las hojas,

tampoco estoy yo para arañar los huesos.


Es verdad, 

aquí no hay nadie, 

pero estamos todos,

invisibles ante esta soledad 

que en nuestras vidas cree.


Este mal es tal vez una llanura,

una madrugada de lodo, 

un espesor,

mi saliva en el tabaco, 

ese labio farsante.


Esta afección tiene la oscura liviandad

del escalofrío que transmite este milenio,

el terror necesario del pie ante el abismo.


Yo no sé nada que invente el remedio,

solo sé que estoy enferma y triste,

equivocada, 

hecha de arcilla y jabón,

sin un nudo que alcance a demolerme,

sin una cicatriz 

para la lengua 

de los lobos.


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