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Mostrando entradas de julio, 2025

Pensamientos minimalistas

 Cuando alguien contempla una lápida, intuye su ataúd. 💥 Brindamos con dos copas que deseaban quebrarse. 💥 Cuando la tierra siente sed se forma un diluvio. 💥 Walter Iannelli (In memóriam) ¿En qué silencio  me señalarás ahora el camino del poema? ¿En todos? 💥 Hay palabras  que nos han acompañado toda la vida y, aun así,  jamás las hemos dicho. 💥 Morir  es simplemente  dejar de recordar. 💥 Cuando muera, seré mi propia ausencia. 💥 ¿Si la realidad brotó de la nada, entonces estamos hechos de nada? ¿Soñarán algunas palabras con ser otras? 💥 Las letras de una palabra son los barrotes de su cárcel. 💥 Tal vez todas las palabras en el fondo  dicen la misma cosa. 💥 Vida: viertes ansias en cuerpos que viajan hacia la nada. 💥 Inventamos palabras para no sentir miedo 💥 Eres una nada de siete ojos el ciego de ti mismo 💥 Hoy quiero describirte,  así, con forma de poema. Las demás formas ya no existen. 💥 Así es como muere un árbol: Deja caer sus ram...

Testamento 1

 Nadie pensó en mí antes de que existiera. Surgí de un juego de azar,  en el cual la probabilidad de vencer se perdía en una aguja.  Llegué triunfante,  para empezar de nuevo                en una espera.  Cada día que pasaba,  era el resultado de una guerra impuesta,  ganada a sangre y fuego,  pagada con cielo,  con tiempo,   y ante la cual se abría  un nuevo día con su nueva guerra,                       con su nueva batalla.  Siempre me inquietó ese mundo detrás  de lo que yo era capaz de combatir.  Pero nadie pensó en mí antes de que existiera.  Yo no contaba para el universo, nadie podría mandarme una señal,  ningún planeta me reconocería.  Mi nombre era apenas un sonido  con sus ondas vagas  en un teatro de átomos impostores.  Para traspasar las fronteras,  debía retroceder ...

Otro poema a la luna llena

 Todo el día, tras de mí, la luna llena.  Me aclara el cielo, me tuerce las esquinas, las transforma en maravillosas preguntas.  Más allá,  las aguas de una fuente  me sorprenden con todas las respuestas.  Mi luna llena me lleva sobre sí,   me grita que todo es un problema de amor,   de esparcir por la vida semillas mágicas  que hagan crecer una planta de habichuelas  hasta donde esperan los gigantes ebrios.  Me pongo a escalar hacia lo más hondo, ahí donde me atrapa el mundo y la sabiduría.  Por los vericuetos,  junto a esta luna llena que nunca me ha mirado                                            ( y eso es algo bueno). Cuando empiece a menguar, volveré a entrar en mí y echaré a correr,              a correr...

Carta con cortadura

 Yo era tu mujer de carne y hueso.  La que no dependía de una epopeya.  La que corría al tiempo con tu voz.  Liviana bajo tu camisa blanca.  En silencio junto a la taza de té.  Cuando en el espejo mirabas tu figura monolítica,  un grano de arena se prendía en tu mano  y resonaba en ti esa vieja canción  que sin siquiera tú reconocerla,  yo había escrito con música.  Así eran las cosas,  tan simples como un desván,   tan parcas como para entenderlas                        y sentarse a esperar.  El tiempo alcanzará para todo.  También para consagrarnos en el gran desencuentro  de lo bello y lo tiránico.  También,  para que al final nos esfumemos, mientras miramos estas erupciones  apagarse sin amor y sin angustia.

Anti funeral

 Voy a seguir viviendo como si estuviera muerta,  con esa bella emoción de habitar casas profundas.  Con los ojos enclavados en la viscosidad,  tan lejos de la proyección que llegue al paraíso.  Vivir sin estar,   lejos de todos y con todos,  limitando conmigo y las aves.  Qué bello es vivir la muerte en la existencia.  Se vive arriba, siempre arriba.  Se vive abajo, siempre abajo. Nunca en un sofá o bajo las sábanas.  El alimento llega de la nada,  el aire, del vacío.  Me transformo en pez que respira de su ahogo,  una espléndida carencia tan grande como Dios.  Arrorró mi muerte...arrorró mi niña.  Duérmete pronto, vida mía.  En mí tan muerta, como tú, tan viva.  Muérete en mí, vida mía,   para que viva, viva de muerte, y no de vida.

Otra vez los poetas

 Los poetas viven bajo un árbol,   a cualquier hora desahuciando una palabra  o haciéndole el amor a otro poeta. Los poetas no doblan sus sábanas. Mil voces pasan sobre ellos pisoteándolos,   los insultan,  los indagan,  les pegan. Los poetas no hablan,  sólo escuchan y escuchan. No están en el mundo,  es el mundo el que está en ellos. El universo los persigue  para existir,                 existiéndolos. Un poeta es la víctima más bella,                               un sacrificado. Cuenta,  una a una,  sus heridas.  Las consiente y decide cuál va a enseñar o cuál deberá aguardar más baños de sangre.  Para él una cicatriz es un fracaso,  es haberse olvidado de algo. Un poeta no entiende nada,  pero todo lo conoce.  No sabe del mal ni del bien,  pero sí del abismo que lo...

De tú a tú

 No sé cuánto tiempo vivo conmigo                   y cuánto con mi tristeza.  No sé si la arruga en la almohada  proviene de un sueño fracturado o de ese recuerdo de torso desnudo.  Viajes de ácidos marinos  y de crueles epopeyas.  Mala suerte, tristeza.  Malas mañas las tuyas.  Venir todas las tardes  a hacerme un teatro,  a cantarme en sánscrito.  Mala costumbre la mía, quererte,   y hasta decirte “madre”  o asignarte nombres que me gustan.  Estoy que te sigo cuando te marchas,   para ver en dónde escondiste lo que te llevaste,  el día aquel en que juré y perdí  o cuando llegó el domingo            y no supe perdonar.  Ah…ahí era mi tiempo...  ¡No hice nada!

El último paso

 No sé cómo voy a escribir ese último poema. En qué grieta tendré que buscar  el verso que no se traiciona, ese que a medida que se va, vuelve, ese tan frágil que ya no podrá romperse. No sé dónde escribiré la primera palabra,  así presienta cuál será la última.  Cómo haré para que la poesía  clausure este viaje tan largo como el beso,  tan ancho como la esquina  donde fue el bautizo y la fuga.  No atraparé el jamás desde tantos siempres.  No sé cómo daré ese último paso.  Emprender ese viaje de regreso  que durará el tiempo   y aún no ha comenzado.

10

 Las palabras son dibujos que se miran de espaldas, como un perfume incompleto florecido en la tierra. Me unto sal en los labios                         y las beso.

Escalones

A las once de la mañana:  te echo de menos. A las siempre de la noche:  te llamo. Al eterno del ahora:  te invoco. Transparente de mi tiempo: volador. En el silencio de lo invisible:  te ato. Te echo de menos: fiera. Te empujo Estoy quebrada  y repito una sílaba. En pedazos por la tierra:  sal de sal. Ya son las once  y te echo de menos.

De regreso

 Haberte hallado fue como haber visto a la poesía. Ese cuerpo que se iba,  pero tan palabra, tan ensueño, extremidad sensual. Vi tres secretos que guardabas, descubrí unas manos que escondías, y dos vasos de vino sin tomar. Te miraba mirándome mirarte. Ya sabías el final de estos silencios. Ahora, ya ves,   aquí de nuevo en tierra, sacando peces del lodo y el libro de poemas de la infancia, para decirte esto que no sabes, que si sabes,   que no supiste,   que sí sabrás, esto que nos une,  que nos unió,  que nos unirá. Dos por uno: el universo ha crecido más arriba de la última torre. Nosotros ya nos fuimos, para dejar de llegar, y ya llegamos al pozo en donde fuimos, ya sabemos que somos el uno para el otro, ambos, para el único destino. Partiremos iguales y llegaremos iguales al sitio donde nos esperamos:  solos.

Abro el refrigerador

 Está calmado y susurrante. Ahí dentro,  miro lo poco que un ser humano necesita para pertenecer al mundo. Un microcosmos de verdades: los objetos del hambre, el vino para la buena sed, el pan con su eterno regreso, la sapiencia de las uvas, la soberanía del agua. Cierro la nevera y me sostengo en pie en medio de la nada. Veo algo en mi mano que viaja hacia mi boca. Supongo que esto es estar viva. Salir después un rato a la calle, para regresar de nuevo a abrir esta puerta y encontrar el mundo adentro

Entre nosotras (Para Gabriela y Verónica Behlok)

 Las he presentido en mí. Me han cortado en tiras, les he partido las muñecas. A veces cantan canciones afiladas. Las tengo en frente. Me son tan necesarias,  que al final las quiero. Niñas inocentes sobre caballos de un carrusel. Todas en mí y yo en ellas y ni siquiera conocemos nuestros nombres.

En el borde

 He estado enferma en estos días. Siento un hueco en la mitad del ojo, algo herido de naturaleza, árboles que ya no serpentean, ciudades poéticas en coma. Al despertar,  duermo en algo dormido, un ápice de letra quiere consolarme, pero ahora ya nada puedo hacer  contra esta herida aguda en el tiempo. He estado muy enferma en estos días, con una dolencia aquí siempre presente, un desconcierto útil para persistir. Quisiera escribirlo  o tal vez fabularlo, pero sin nadie en la punta de las hojas, tampoco estoy yo para arañar los huesos. Es verdad,  aquí no hay nadie,  pero estamos todos, invisibles ante esta soledad  que en nuestras vidas cree. Este mal es tal vez una llanura, una madrugada de lodo,  un espesor, mi saliva en el tabaco,  ese labio farsante. Esta afección tiene la oscura liviandad del escalofrío que transmite este milenio, el terror necesario del pie ante el abismo. Yo no sé nada que invente el remedio, solo sé que estoy enferma y...

Mapa de patria

  Hay un lugar en medio de tres selvas donde en un río, crece la saliva. Al amanecer  los tigres se desdoblan, se arrepiente la tierra de mi patria, el hielo afligido baja por los hielos, cae sobre hombres sin metal, esos que viajan doblados  y hambrientos  Hay cien valles,  digo mal,  mil estaciones y en ellas, es mejor contener las manos, aferrarse a la espalda de los misioneros,  no dejarse ver, porque las cosas no son redondas por aquí,  todo está hecho de puntas incontinentes.   Hay un orificio debajo de una palma, donde va todo el silencio que se quema y gotas de sangre, de las que nadie ve, mucho menos el propio asesinado.   Nombraré estos lugares para ustedes  pero no diré dónde crecen sus raíces, porque hoy como en cada nuevo día nacieron mil seiscientos niños  y la luz  alumbrando,  como siempre, intercambió con ellos  su feroz obstinación.

En el cofre

  De todo lo perdido, me ha quedado: sal, anémonas, un rezo al horizonte. De todo lo perdido tengo guardados: tierra a secas, un tintineo, tres palabras, una llanura amarillenta y dos reflejos. De todo lo perdido: me acecha en el espejo un ojo hipócrita, otro ojo suave y discursivo, una figura arrasadora y los besos. ¡Los besos que fluyen al transfigurarse!